¿Te has descrito alguna vez a ti mismo como controlador y perfeccionista? A veces lo decimos casi con orgullo.
Sin embargo, me pregunto si alguna vez te has detenido a considerar que la necesidad de controlarlo todo hace que no podamos disfrutar plenamente nuestra vida, el momento presente y hasta la crianza de nuestros hijos.
Tratar de tener todo bajo el control es no dejar las cosas al azar, es hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que las cosas salgan como queremos que vayan, siempre un paso por delante.
El problema es que estar un paso por delante no nos permite vivir el presente.
Te explicaré cómo esto ocurre pero primero vamos a explorar de dónde viene nuestra necesidad de control.
Antes de llegar a estas razones, es importante señalar que controlar demasiado los resultados no es lo mismo que estar interesado en lograr nuestras metas, cómo ingresar a una buena escuela o querer tener una excelente relación. Los resultados muestran que tener metas aumenta la felicidad. Cruzamos la línea hacia una búsqueda excesiva de control cuando nos obsesionamos con lograr los resultados deseados, y el deseo de lograr los resultados nos controla a nosotros.
¿De dónde viene nuestra necesidad de control?
Los orígenes de la necesidad de controlarlo todo pueden ser muchas, normalmente relacionadas al miedo o a algunas necesidades.
Por ejemplo, si de niños crecimos en un ambiente con poca estructura, donde todo (incluidas la reacciones de los adultos) era impredecible puede que ahora tengamos la necesidad de control para sentirnos seguros.
O puede ser que, por temor al fracaso, necesitamos tener la impresión de que todo esté bajo control y anticipar cualquier cosa que pudiera salir mal.
Muchas veces tratamos de controlarlo todo porque tememos lo desconocido y preferimos quedarnos en nuestra zona de confort donde lo podemos controlar todo en vez de intentar cosas nuevas que a lo mejor no salen bien a la primera.
Una forma muy común de control es el perfeccionismo que se relaciona directamente al miedo a ser vulnerable. Como escribe Brené Brown en su libro “El Poder de la Vulnerabilidad”: “El perfeccionismo no es lo mismo que esforzarse por ser lo mejor que puedo ser. El perfeccionismo es un sistema de creencias autodestructivo y adictivo que alimenta este pensamiento principal: si me veo perfecto y hago todo perfectamente, puedo evitar o minimizar los dolorosos sentimientos de vergüenza, juicio y culpa”.
¿Cómo la necesidad de control impacta nuestra vida?
¿Has oído alguna vez la frase de John Lennon: “La vida es lo que sucede mientras estamos ocupados haciendo otros planes”?
Cuanto más tratemos de tener el control de nuestra vida, menos podemos experimentarla. Si estamos todo el tiempo con nuestra mente ocupada en controlar lo que está ocurriendo o lo que va a venir es muy difícil que estemos disfrutando del momento presente y de la experiencia que estamos viviendo. Esto no significa que no podamos planificar eventos u organizar nuestra semana laboral. Significa que cuando estamos viviendo esos eventos necesitamos estar presente para poderlos aprovechar plenamente.
¿Te ha ocurrido alguna vez de estar comiendo un delicioso almuerzo y ni siquiera te acuerdas de su sabor o si te gustó porque estabas distraído pensando ya a que preparar para la cena?
El tratar de controlarlo todo nos roba la oportunidad de gozar del momento presente y nos quita felicidad. Como todos sabemos la vida está llena de incertidumbres y tratar de controlarlo todo nos puede llevar a la decepción si las cosas no salen como queremos. Puede ser además una posición inflexible que no hace que podamos ver todas las otras magníficas opciones.
¿Cómo impacta el control en nuestra crianza?
Como ex madre controladora tengo bastante experiencia en esto. ¿Cómo y porqué somos controladores con nuestros hijos?
Aquí también hay muchas razones. Yo te cuento las mías en esos entonces y quizás te identifiques con algunas.
- La primera razón de mi control hacia mis hijos eran mis expectativas. Yo tenía en mente una imagen muy superficial y estereotipada de cómo deberían ser las niñas y los niños y me resistía a aceptar el hecho de que mis hijos eran sí mismos, con sus dones y sus características únicas. En vez de ser curiosa, tratar de conocerlos, entenderlos y descubrir lo maravillosos que eran en su propia esencia yo quería moldearlos a la medida mucho más limitada de mis expectativas.
- Otra razón que puedo identificar era mi deseo que no sufrieran, y eso implicaba protegerlos de los peligros, los “fracasos”, las consecuencias de mala decisiones, las críticas de los demás. Lo que pasa es que la línea entre la protección y la sobreprotección es muy fina. Los niños para crecer resilientes, responsables y con una buena autoestima necesitan caerse y levantarse, aprender de sus errores, poder tomar decisiones, tener la oportunidad de hacer cosas por sí mismos aun equivocándose, sentir la satisfacción de conseguir logros por sí mismos. ¿Si se lo hacemos todo lo que aprenderán?
- Otra causa de mi fuerte control era la presión social. Tenía miedo de lo que pudieran decir mis padres o mis vecinos si los niños “no se portaban bien” o no hacían lo que se esperaba. Los controlaba para sentirme bien yo hacia los demás o para sentirme orgullosa de ellos, otra vez según unos estándares muy limitados y limitantes. Los sofocaba.
- Por último, yo trataba de controlar todo en sus vidas por un miedo al inesperado. Tenía esa idea que si lo controlaba todo, las cosas iban a salir bien, nada malo iba a ocurrir. Pues, no es así, todo lo que conseguía era un estrés innecesario, hijos agobiados, que no estaban haciendo las experiencias necesarias para su desarrollo, y había muy poca conexión entre nosotros.
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¿Podemos ser más felices con menor control?
No solamente podemos, sino que nuestra calidad de vida puede mejorar mucho. Ciertamente eso es lo que he experimentado yo cuando he empezado mi camino de autoconocimiento que entre otras cosas me ha ayudado a dejar de ser tan controladora.
Aquí te comparto algunas de las cosas que me ayudaron a soltar el control excesivo:
- Aprender a apreciar, en lugar de evitar, la incertidumbre. Como mencionan en un artículo del “Greater Good Magazine” de la Universidad de Berckley: “Reconocer la importancia de la incertidumbre para darle vida a la vida es un buen comienzo. Todos sabemos, en algún nivel, que la incertidumbre es importante, por eso evitamos leer “alertas de spoiler” antes de ir al cine. Y sin embargo, aunque reconocemos instintivamente el papel positivo que juega la incertidumbre, también nos sentimos amenazados por ella y creemos que amortigua la felicidad. https://greatergood.berkeley.edu/article/item/why_losing_control_make_you_happier
- Hacer cosas nuevas cada día, cosas que nos hacen salir de nuestras zonas de confort, inesperadas, de las que podemos aprender algo. No tienen que ser cosas grandes, sino por ejemplo cocinar una receta nueva, ir al trabajo por una ruta distinta, sentarnos a comer en un lugar distinto de la cafetería. Eso nos ayuda a desarrollar perspectivas nuevas y apreciar lo inesperado.
- Empezar a vivir más intencionalmente. Nuestra vida tan rápida y ocupada hace que muchas veces seamos como robots, repitiendo acciones sin estar presentes. Entonces empecemos a hacer algunas cosas con atención y intención. Cuando entramos en el carro, antes de arrancar el motor, notemos cómo nos sentimos, pensemos a donde estamos por dirigirnos y decidamos disfrutar del viaje. O si estamos hablando con una persona seamos curiosos sobre ella, escuchemos de verdad lo que dice (en vez de escuchar para contestar), gocemos del compañerismo de ese momento.
- Estar abiertos y curiosos a nuevas posibilidades. Nuestros miedo muchas veces solo nos hacen imaginar unos escenarios limitados, en cambio la vida está llena de opciones y posibilidades mucho más interesantes y enriquecedoras si solo nos atrevimos a mirarlas. Esa actitud nos llevó a mi familia y a mí a mudarnos aquí a Panamá donde nuestra vida ha tomado rumbos fantásticos e inesperados, pero esa historia es para otro día.
Por lo que concierne nuestra manera de criar, podemos empezar a confiar un poco más en nuestros hijos, tratar de conocerlos y descubrir lo maravillosos que son en su unicidad, dejarlos tomar algunas decisiones y permitirle hacer errores para que puedan aprender de ellos.